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Bailando entre las espinas

 

 

Ya habían olvidado por qué razón, pero en aquella provincia, estaba prohibida la música y con ella el baile.

Durante más de una generación, la gente evitaba, como si de la peste se tratara, seguir cualquier sonido armonioso… Hasta el canto de las aves les resultaba aterrador.

 

Así que cuando la joven Colette fue llevada a juicio por el aberrante delito de bailar, el peso de la ley y la tradición se hicieron sentir.

 

El juez profirió la sentencia de forma pronta y severa; la delincuente afrontaría el peor castigo: sería obligada a caminar por un terrible camino de espinos que, a su vez, conducía a las llamas de un volcán activo, donde moriría quemada.

 

Llegado el día de la ejecución, ella fue vestida con una túnica blanca, vaporosa, que al contrario de lo que deseaban, la hizo ver más grácil y hermosa de lo que ya era.

 

Cuando le ordenaron entrar en el sendero de espinos, ella lo hizo sin decir una sola palabra y sin llanto… Pero no sin un último acto de rebeldía juvenil… Ante el horror de los que esperaban que ella tratara de esquivar los cardos de forma torpe y se lastimara en el proceso, la muchacha comenzó a bailar entre ellos conforme avanzaba hacia las llamas. Sus movimientos eran semejantes a los de una mariposa que revolotea sobre el fuego, parecía como si fuera más ligera que el aire.

 

Nadie pudo evitarlo, nadie quiso meterse en los espinos para detenerla.

 

Así, bailando entre las espinas, Colette desapareció de la vista, dejando el recuerdo de un baile acompañado por la música del corazón, el baile más hermoso visto en aquella provincia.

Cuenterourbano

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