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Los tiempos de la computadora

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Una extraña caja negra en el rincón más alejado del sótano llamó la atención del niño. Luego de sacarla con esfuerzo y cuidado subió las escaleras con ella y se fue corriendo hasta el gallinero donde su abuelo se afanaba en recoger huevos para intercambiar en el mercado.

 

-Abue, ¿Qué es esto?, preguntó el chiquillo al anciano de trenza blanca con mirada expectante.

 

-¡Oh!, hace años que no veía mi computadora, exclamó el viejo con una expresión nostálgica. Tomó la caja de manos del niño y extrajo de ella un delicado aparato negro de apariencia compleja pero delicada.

 

El niño no pudo evitar maravillarse al ver aquella cosa que por un lado tenía lo que parecían botones con las letras del alfabeto, números y extraños símbolos y por el otro tenía un vidrio negro.

 

-Hace muchos años, antes de que naciera tu madre, el mundo era muy diferente… No siempre fui un granjero de pollos, era lo que en ésa época llamábamos un “Influencer”

 

El pequeño miraba a su abuelo absorto, aunque su gesto delataba que no entendía nada.

 

-Vamos adentro, tendré que pedalear mucho para cargar el generador y poder encenderla, así lo entenderás mejor.

 

Un par de horas más tarde, el viejo sentó al nieto a su lado y encendió la máquina. “Hubo una época en la que el mundo parecía girar más rápido, las cosas que resultaban ciertas hoy, ya mañana eran refutadas. Todos, o una cierta parte, creíamos que nuestras posibilidades eran infinitas. Con una de éstas eras capaz de saberlo todo de inmediato, cualquier cosa que pasaba en cualquier parte del mundo era conocida por todos en cuestión de segundos. Entonces, algunos como yo, ganábamos cantidades ridículas de dinero…”

 

-¿Dinero?, ¿Qué es eso Abue?, interrumpió el chiquillo.

 

-“El dinero mi niño, eran unos papeles con  los que podías comprar cualquier cosa, incluso el tiempo, y a veces, las conciencias y a las personas”; el anciano por un momento frunció el ceño; sigamos. “Yo ganaba mucho dinero hablando, de lo que se me ocurría, a veces de cosas importantes o al menos interesantes, otras veces sólo producía basura que a todos parecía gustarle. Algunos incluso tomaban muy en serio mis palabras”

 

-¡Wow!, me gustaría ser un influencer como tú, para que todos me escuchen y hagan lo que digo- la emoción brillaba en los ojos del niño.

 

-No lo creo pequeño… el anciano removió los cabellos del nieto y prosiguió: “De pronto, un día el mundo se detuvo. Comenzó al otro lado del planeta, cuando alguien murió de neumonía. En menos de un año, todos los países estaban bajo ley marcial. Nos tomó a todos desprevenidos, al principio yo seguí con lo mío y no me afectaba, pero pasados unos meses, el gobierno tomó el control de todo el Internet y ya no pude seguir hablando. Tuve que vivir de los ahorros y luego de ayudas estatales…” una lágrima surcó el rostro del abuelo, perdiéndose en la blanca barba.

 

-No llores Abue… la pequeña mano tomó al viejo por la mejilla.

 

-Lloro, mi niño porque en ese momento me di cuenta de que en realidad yo era un inútil. Mientras muchos luchaban a brazo partido para detener la debacle que nos cayó encima, otros simplemente éramos lastre. El mundo necesitaba de médicos, economistas, policías, matemáticos, científicos, granjeros y líderes, no de influencers y “famosos” como yo. En aquel entonces, un granjero o un leñador eran más útiles que un cantante.

 

-¿Qué pasó al final Abue?, el niño estaba intrigado. Luego de recomponerse, el viejo siguió: “A los dos años, el dinero no valía nada, las ciudades colapsaron y muchos tuvimos que aprender a ganarnos el pan con el sudor de la frente. Desde entonces trabajo en esta granja y desde ese momento guardé esta computadora en el sótano. Por eso es que siempre te insisto en que, sin importar lo que hagas en el futuro, debes de ser útil para la sociedad y tu familia”

 

Estaban a punto de levantarse del sillón para ir a cenar, cuando el viejo notó algo extraño, pero no le dijo nada al niño y lo mandó a lavarse las manos. Ya  estando solo, dirigió el puntero al mensaje que apareció en la pantalla y decía: “Conexión a internet disponible”.

Cuenterourbano

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