El anciano que escribía cuentos
Ana trabajaba en un asilo para ancianos.
Desde el primer día sintió curiosidad por uno de los residentes, era el único a quien nadie visitaba y pasaba los días escribiendo historias sobre todo lo que se le ocurría.
Aquel anciano tenía una profunda melancolía en su mirada, y a duras penas hablaba con los demás.
Una tarde ella se acercó y le preguntó por sus historias; el anciano no dijo nada.
Después de varias semanas insistiendo, Ana supo que esos cuentos hablaban de las penas y recuerdos del viejo y que llevaba más de 40 años escribiéndolos. De alguna forma ella consiguió que él se abriera.
Durante una de las cada vez más frecuentes y largas charlas entre ambos, el anciano confesó su más doloroso recuerdo. Le habló sobre una mujer a la que amó con toda su alma, de cómo ella lo dejó al borde de la locura y acerca de una hija a la que nunca conoció… la hija se llamaba Ana, igual que ella, y por eso el anciano había decidido confiar.
Pasados dos años de casi amistad, el hombre falleció y dejó todas sus pocas posesiones en manos de Ana… Mientras las revisaba encontró un viejo aparato en el cual había unas cuantas fotos.
Ella las estaba observando y sintió que se moría, cuando descubrió una imagen del hombre con la mujer de la que le había hablado… esa mujer era su madre.