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El café pendiente

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Era una fría tarde de invierno cuando un hombre entró a una cafetería y pidió un café.

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La encargada de la barra entonces le preguntó: ¿Quiere agregar a su pedido un café pendiente?; el hombre la interrogó sobre qué era eso del café pendiente y ella respondió: "Espere y observe".

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Durante los minutos siguientes, todos los clientes que llegaban a la cafetería agregaban a sus órdenes uno, dos y hasta cuatro de los tales cafés pendientes.

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Pasada tal vez media hora, entró en el local un anciano, habitante de la calle, quien se acercó a la barra y dijo: "Señorita, ¿tendría usted un café pendiente para mí?". La encargada, con una gran sonrisa, invitó al anciano a sentarse, preparó un café doble y se lo sirvió acompañado con galletas. Luego, dirigiéndose al hombre que había preguntado al principio dijo: "De esto se trata el café pendiente, el dueño de esta cafetería fue habitante de la calle hace años. Y cuando compró este negocio, decidió motivar a los clientes para que ayudaran a los necesitados así, brindando una comida ligera y una bebida caliente. De este modo, en el día, servimos hasta treinta cafés pendientes".

 

Mientras ellos hablaban, en el otro extremo, el anciano disfrutaba de esa bendita pausa que le obsequiaron los generosos clientes de la  cafetería, con un café pendiente.

Cuenterourbano

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