El carnaval de los pecados
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Una noche, como muchas noches desde varios años atrás, aquel hombre no podía dormir.
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Por más que había tomado dos pastillas y tres tragos de ron, la misma idea pertinaz le asaltaba.
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Por su mente desfilaban, como si de una comparsa se tratara, los rostros de sus pecados, uno se mostraba como su madre, a quien ni siquiera llamaba, otros como los numerosos proyectos que había dejado a la mitad... y el más espantoso de todos: la maravillosa mujer a quien había defraudado por su adicción al licor.
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Muchas vueltas dio en la cama mientras la siniestra comparsa retumbaba. Trató de refugiarse en el rock pesado, pero ni aún Iron Maiden era lo suficientemente ruidoso.
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Así vio llegar la luz del sol. trabajó como todos los días, con el deseo de que la noche no llegara. Pero cumplida, la noche llegó.
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Al iniciar el desfile de pecados, el hombre hizo algo novedoso... "si no puedes con tu enemigo, únetele...", tomó a su madre y la sacó a bailar; al punto ésta se esfumó.
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Durante las siguientes noches, cada pecado que tomaba por compañero de baile, se iba para no regresar. Ahora el insomne duerme como un bendito cada noche.