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El carnaval de los pecados

 

 

Una noche, como muchas noches desde varios años atrás, aquel hombre no podía dormir.

Por más que había tomado dos pastillas y tres tragos de ron, la misma idea pertinaz le asaltaba.

Por su mente desfilaban, como si de una comparsa se tratara, los rostros de sus pecados, uno se mostraba como su madre, a quien ni siquiera llamaba, otros como los numerosos proyectos que había dejado a la mitad... y el más espantoso de todos: la maravillosa mujer a quien había defraudado por su adicción al licor.

Muchas vueltas dio en la cama mientras la siniestra comparsa retumbaba. Trató de refugiarse en el rock pesado, pero ni aún Iron Maiden era lo suficientemente ruidoso.

Así vio llegar la luz del sol. trabajó como todos los días, con el deseo de que la noche no llegara. Pero cumplida, la noche llegó.

Al iniciar el desfile de pecados, el hombre hizo algo novedoso... "si no puedes con tu enemigo, únetele...", tomó a su madre y la sacó a bailar; al punto ésta se esfumó.

Durante las siguientes noches, cada pecado que tomaba por compañero de baile, se iba para no regresar. Ahora el insomne duerme como un bendito cada noche.

Cuenterourbano

Juan Guillermo Vargas
MMXVII
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