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Quiero ir al clásico

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¡Quiero ir al clásico!, me dije esta mañana al levantarme de la cama. No hay dinero, pero eso no es problema para un tipo con “aguante” como yo, por mi equipo del alma he hecho, hago y haré lo que sea, pues no soy un hincha de radio.

 

Salgo de la casa con mis mejores galas, la gorra con el escudo, la camiseta firmada por el mejor delantero del equipo, jeans y tenis. Voy cómodo, pues tendré que ser veloz si quiero conseguir para la boleta, el chorro y el bareto. Mientras escucho por la radio a los periodistas decir que el partido de hoy es decisivo si queremos ver a mi equipo campeón, voy tarareando los cantos que conozco de memoria desde los doce, cuando entré por primera vez a la tribuna popular.

 

Una hora más tarde, llego al centro de la ciudad y comienza la cacería. El plan es sencillo: atrapar a algún incauto que esté dando papaya con el teléfono y rapárselo de carrera para ir a venderlo rápido donde “El Mocho”. Si el paciente se pone arisco, pues se le dan sus puntazos para quitarle lo loco.

 

Camino despacio por la plazoleta silbando una vieja cumbia argentina, hay un par de gringos que me llaman la atención, por lo general llevan los mejores “Bichos” y son miedosos por tendencia, pero cuando voy a empezar a acercarme, se meten en una cafetería. Miro el reloj y ya faltan dos horas para el partido, la boleta me va a salir carísima con los revendedores. Empiezo a ponerme ansioso y me decido por la segunda opción, un fulano con camiseta del rival de patio y andar sinuoso, parece borracho. Ese me dará doble premio: las lukas y la satisfacción de joder a una “loca” del otro equipo.

 

Acelero el paso mientras me pongo por detrás del paciente, tanteo la “patecabra” en la pretina del boxer y respiro profundamente. En menos de lo que canta un gallo le arranco al tipo el aparato al tipo y pico como alma que lleva el diablo. “Golazo”, pensé mientras esquivaba a la gente y empezaba a escuchar que gritaban “cójanlo”.

 

De pronto, siento tres quemonazos en la espalda y caigo al suelo, tres huecos por los que se me empieza a salir el alma, no me puedo mover y siento el charco de sangre manchar la camiseta que tanto amo… Lo último que alcanzo a susurrar es que “Quiero ir al clásico”

Cuenterourbano

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