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Victoria y Candy

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Como todas las noches, a las ocho en punto, el hombre del saco gris cruzó el umbral del burdel.

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Luego de sentarse en la misma mesa, junto al cuadro de unas jóvenes bañándose en el río, pidió lo de siempre, media botella de whisky, y se dispuso a contemplar a su amor imposible.

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Era Candy una muchacha de buena estampa, alta, de facciones delicadas, cabello rojo como el fuego y una magia antigua en si mirada y forma de bailar.

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Luego de cumplida la rutina en la pasarela, ella se sentaba frente a él, tomada despacio un par de copas, escuchaba con atención las historias del hombre del saco gris y, pasada una hora se marchaba. Pero aquella noche, el hombre del saco gris le dijo: "Me gustaría invitarte a salir, si estás dispuesta, éste es mi número de teléfono". Ella tomó el papelito y prometió pensarlo.

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A la mañana siguiente, mientras iba de camino a su trabajo, el hombre del saco gris cruzó la mirada con una joven alta, con el cabello rojo recogido en una trenza y un tipo particular de belleza; ella lo miró un tanto extrañada, pero luego avanzó hacia él y le dijo al oído: "Te espero a las ocho el el Caffé Francés... Por cierto, mi nombre es Victoria..."

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Durante todo el día, el hombre del saco gris no pudo pensar en otra cosa. Acaso la muchacha del tren era su ansiada Candy?. Él no lo aceptaba, la del burdel era puro instinto; la de la trenza era sólo una muchacha común.

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Victoria estuvo esperando al hombre del saco gris por más de tres horas en el Caffé Francés y aún hoy se pregunta por qué nunca volvió al burdel.

Cuenterourbano

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